martes, 4 de julio de 2023

Burning Man 2022

 


Aquí estamos de nuevo, deseando poner negro sobre blanco alguna experiencia pasada que creo podría ser interesante (o no) para alguno de vosotros. En esta ocasión voy a hablar de mi participación el pasado verano del 2022 en el festival Burning Man (BM). Digo festival, pero la palabra precisa para definirlo creo que aún está por inventarse. Siendo la impresión que tengo tan subjetiva como la de cualquiera, me atrevo a decir que es el evento en el que confluye arte, paisaje, sostenibilidad y utopía más grande de la tierra. En lo que a diversión se refiere, en Burning Man, o como dicen los asiduos, en Black Rock City (BRC) no hay límites. He de confesar que no me lo he pasado mejor en toda mi vida (y al tiempo de escribir este post ya tengo 50 años). Dicho todo lo anterior, ¡Vamos al grano!

¿Cómo llegué hasta allí? En honor a la verdad, llevaba años pensando y soñando con poder ir algún día. La razón es obvia, Burning Man es un lugar lleno de luz, tanto de día (el Sol implacable), como de noche (luces LED por todas partes).  Con anterioridad había podido verlo tanto en fotografías como en vídeos y documentales de internet. Mi retina no paraba de ver maravillas en medio de una playa de arena en un lugar recóndito de los EEUU. Pero, ¿Cuál fue el motivo concreto que me permitió ir en 2022? El motivo fue que desde la organización de uno de los campamentos, un amigo muy querido del mundo "maker", Karim Asry, me llamó para decirme que si me apuntaba a ir ese año con su equipo, The Racoon's. Me dio 48 horas para pensármelo y no necesité más que una para darle una respuesta positiva. Según mi colega, necesitaban alguien que pudiera aportar alguna experiencia en hacer talleres de electrónica casera y que hiciera un poco de handyman/manitas para todo. Durante el proceso de organización del campamento (teníamos videoconferencias un par de veces por semana) empecé a entender de las dimensiones y las dificultades intrínsecas de viajar hasta allí y en especial las complejidades de sobrevivir en un desierto remoto durante una semana en condiciones bastante extremas. The Racoon's, el grupo al que me uní, es un colectivo con un campamento estable en la organización de BRC (barrio 3:15). Tiene su propio espacio adjudicado dentro de la ciudad, y suele estar compuesto principalmente por lituanos, aunque también había ucranianos, rusos y un quinteto de españoles, todos muy locos y súper simpáticos.

¿Cuáles son las reglas básicas cuando estás en BM? Al margen de los principios del evento, que vienen muy bien explicados en la web oficial (https://burningman.org/about/10-principles/), todo el mundo debe aportar algo al campamento y a la vida en BRC, y puede ser ¡cualquier cosa!. Esto es así por la sencilla razón de que el dinero allí no sirve para nada. Si sabes hacer masajes, si se te da bien cocinar paella, si eres alguien manitas arreglando bicicletas o eres un intelectual capaz de dar una conferencia a un grupo de personas interesadas, toda aportación es bienvenida. Ni que decir tiene que lo más importante es todo lo relacionado con el arte y la expresividad. Hay personas que regalan pulseras, otros diseñan colgantes para dar a todo el mundo, hay artistas de circo, danzarines, pintores, hay gente que tiene una "boutique" en medio del desierto y te invita a entrar y vestirte con las ropas que allí hay y te diseña el vestuario para disfrutar de los bailes, los conciertos... la cantidad de gente compartiendo desde las cosas más nimias hasta lo más grande es incontable y verdaderamente emocionante. Es como el planeta del "buen rollo" y de la generosidad hasta límites insospechados. En cualquier parte te invitaban a entrar y formar parte de lo que pasaba. Podía ser participar en un recital, disfrutar de la comida, compartir camisetas, jugar a juegos absurdos, bailar o enseñar el culo para conseguir una bebida fría... Todo esto, que se asemeja a cierto comunismo postmoderno, es posible porque todo el que entra en BRC sabe de sus reglas y suele respetarlas. En 7 días que estuve en el desierto pasé calor, estuve todo el tiempo como un flamenquín, "empanao" de arena, pero nunca pasé sed, siempre fui bien acogido y me dieron de comer y beber en incontables ocasiones, además de recibir regalos, ropa, besos y abrazos de incontables desconocidos de cualquier parte del mundo. Yo intenté compensar tanta generosidad siendo lo más útil posible a los compañeros del campamento, impartiendo un taller de creación de colgantes con LEDs y regalando esos mismos colgantes a quienes me iba encontrando por el camino. También construí unas diademas luminosas con arduino para un par de amigas.

En otro orden de cosas, al margen de las magníficas piezas de arte, tanto esculturas como instalaciones lumínicas o diseños arquitectónicos (había más de 350 propuestas artísticas oficiales desperdigadas por kilómetros cuadrados de desierto), hay belleza y creatividad por todas partes. Desde la decoración de los "camps", hasta los trajes y vestimentas que lleva la mayoría de la gente. Es como estar en una película entre Mad Max y Dune, o estar dentro de un cuadro de Dalí mezclado con las viñetas fantásticas de Moebius. 


Todo allí invita a sentirse fuera de este mundo y, al tiempo, con los pies muy en la tierra, o mejor dicho, en la arena. Toda esa fantasía tiene lugar en un entorno muy agresivo, el desierto de Black Rock en Nevada. En ese desierto, de humedad en el aire no superior al 5%, todo se deseca a una velocidad increíble. No hace falta decir que durante el día el calor es bastante sofocante (40º) y la sombra y el agua son los bienes más preciados. Además de lo anterior, todo el área está cubierta por un océano de arenas salinas que de tanto en tanto se levantan en forma de tormentas de polvo que se mete en todos los resquicios del cuerpo (a la vuelta tuve que tomar al menos 3 duchas para quitarme el polvo que tenía adherido a la piel). Es muy importante aprender desde el primer día a lidiar con eso para poder disfrutar de la experiencia al 100%.


Pero si tuviera que decir cual era el momento más fantástico del día en BRC, ese era cuando se acercaba la noche y todos los colores cambiaban hasta estar sumido en la más absoluta oscuridad (si te alejabas de la ciudad lo suficiente podías ver la Vía Láctea en toda su inmensidad). Justo en ese instante todo se volvía diferente por mor de una auténtica galaxia de luces LED. Todo el mundo tenía bicicletas para moverse de un lado a otro, la mayoría ricamente decoradas con motivos increíbles y luces de todo tipo. Las bibicletas y sus diferentes diseños son en sí mismo un género artístico en BM(https://www.burn.life/bikes.html). El mundo nocturno era una danza de colores en constante movimiento que, de nuevo, me recordaba películas de ciencia ficción como TRON, Blade Runner, Star Wars... Parecía un ejército de luciérnagas que no hacían más que incitarme a seguir su estela, como si yo fuera una polilla atraída por la luz.


Era un disfrute inenarrable para alguien como yo, obsesionado con las luces LED. A mi alrededor todo era motivo de regocijo y cualquier detalle me llenaba de alegría e inspiración. No hace falta decir que yo sabía de lo extraordinario de todo esto que acontecía en BM, pero poder verlo en vivo, formar parte de ello en primera persona, fue una experiencia mística. Abajo dejo un vídeo alucinante que da unas pinceladas sobre lo que intento explicar:


Como colofón, decir que al final del evento se siente una especial fraternidad con los compañeros de batalla y que, como me dijo mi amigo Karim Asry, cuando te conviertes en un "Black Rock Citizen" siempre quieres volver a casa porque sabes que siempre serás bienvenido, 

WELCOME HOME!!!





jueves, 5 de mayo de 2022

Terminó el verano del 2021...

Pues sí queridos amigos, todo llega a su fin, y el verano no iba a ser diferente. Ha sido relajante en ciertos aspectos y productivo en otros. Empezaré hablando de los 3 últimos meses de curso, abril/mayo/junio, que para mí fueron muy intensos en lo que a trabajo se refiere. Estos meses anteriores a las vacaciones fueron de mucho trabajo y estrés, sobre todo preparando la que fue mi primera exposición individual en la ciudad que desde hace más de 6 años me viene acogiendo, Málaga. Mi amigo y compañero Paco Aguilar me llamó por teléfono, allá por febrero, para proponerme hacer una exposición en su galería, GRAVURA. Para mí, el solo hecho de que un artista al que tengo en tan alta estima deseara trabajar conmigo, me llenó de alegría (y también de una gran presión). Por supuesto acepté con agrado y de inmediato me puse manos a la obra para crear una serie de piezas que poblaran el espacio de GRAVURA y que pudieran servir de escaparate a mi trabajo más reciente, el cual jamás había sido visto en la ciudad. Tras 3 meses de trabajo intenso y sin descanso (creo que perdí 2 ó 3 kilos), pudimos inaugurar el 13 de mayo, a pesar de las restricciones y demás inconveniencias debidas a la dichosa pandemia. El día de la inauguración fue un caos, en especial por la exigencia de no tener más de 15 personas a un tiempo en la sala de exposiciones. Tuvimos que hacer turnos y la gente tuvo que hacer cola en la entrada hasta que pudo entrar. Lo pasamos bien y, la verdad, la atmósfera en la sala era un tanto hipnótica. Tanto Paco como su esposa Marian (Directora de la galería), mostraron su sorpesa y satisfacción con la propuesta y en más de una ocasión dijeron que "jamás habían visto, en los 40 años de la galería, una exposición semejante". Para mí eso fue bastante de agradecer y me volví esa noche a mi casa feliz y satisfecho por lo que creo era una exposición muy digna y profesional (también he de confesar que me fui a la cama con unos cuantos vinitos entre pecho y espalda). Abajo algunas fotos, el cartel y un vídeo de la muestra:




Desde su inauguración, hasta su finalización, la galería se convirtió en el lugar al que siempre tenía que ir por las tardes, bien para encontrarme con amigos que querían que se la explicara, bien potenciales compradores que deseaban conocer y hablar con el artista. Lo anterior, unido a que la exposición se prolongó 2 semanas y a que su clausura coincidió con el final de curso, acabé empezando mis vacaciones de verano deseando parar por unos días e intentando no hacer absolutamente nada, especialmente nada mental. Después de varios meses desde que se terminó la exposición creo haber sacado algunas conclusiones que me han servido un poco de aprendizaje. Quizás la más importante es la de ser consciente de que este tipo de acciones culturales se han de hacer sólo si te apetece hacerlas. Suponen muchísimo esfuerzo, consumo de tiempo y despliegue de ilusión como para hacerlo pensando en los aplausos (pocos, aunque sentidos) y en las ventas (raquíticas). Al final la única recompensa de verdadero valor para continuar es la de volver a tu casa pensando que has dado lo mejor de ti mismo, que has desplegado tu mejor yo y se acabó. Lo demás son quebraderos de cabeza, desilusiones, frustración y qué sé yo qué otras piedras demasiado incómodas en los zapatos...

Así que el comienzo del verano fue algo así como una etapa de descanso y de cuestionamiento. ¿Estoy yendo por el camino correcto? ¿Voy a seguir dándome cabezazos contra la pared como lo vengo haciendo desde hace más de 20 años? ¿Cambio de rumbo de una vez por todas? ¿Me voy al Tíbet con el Dalai Lama?

El verano sirve para hacerse según qué preguntas... Otra cosa es encontrar respuestas, je, je.

Durante el mes de julio estuve trabajando poco en mi estudio pero sí aprendiendo cosas nuevas, en especial a manejar una nueva plataforma de electrónica educativa de la que había oído hablar pero de la que sabía prácticamente nada, MICRO:BIT. La razón de querer iniciarme en dicha plataforma fue la invitación a dar un taller sobre arte cinético en el aula de mi amigo y colega André Rocha, profesor de la Escuela Politécnica de Lisboa y director del FabLab Benfica. Su idea era que fuera a su universidad a dar un curso a estudiantes y profesores sobre las posibilidades artísticas de la electrónica en el aula mediante MICRO:BIT. La invitación sería un evento patrocinado por el proyecto MakersXchange de la UE. Así que lo primero que hice cuando recibí la confirmación de que tendría que impartir el taller fue adquirir una placa MICRO:BIT y ponerme a inventar cosas con ella, materiales que poder llevar a Lisboa y compartir con los estudiantes. He de decir que, para alguien que lleva más de 10 años trabajando con Arduino, tanto en mi propia obra artística como en otros proyectos de carácter educativo, MICRO:BIT es una plataforma muy bien pensada y diseñada para trabajar con niños y adolescentes de una manera fácil y divertida, sin necesidad de asustar a los más jóvenes con el lenguaje de programación a pelo y sin anestesia. Lo anterior la convierte en una muy buena opción para iniciar al alumnado en crear cosas muy rápidamente y meterles el gusanillo para dar el salto a entornos más complejos o sofisticados como el mismo Arduino, incluso Raspberry Pi. 


La experiencia en Lisboa fue estupenda. Era la primera vez que viajaba con mi pareja desde el comienzo del confinamiento allá por el fatídico 2019 y, la verdad, Portugal es uno de nuestros países favoritos de Europa. A mi llegada la bienvenida por parte de André y demás colegas fue muy cordial y casualmente mi amigo Alan Yde, del FabLab Underbroen de Copenhague, andaba por allí trabajando en una residencia artística. 



La verdad sea dicha, si tuviéramos la oportunidad de vivir en Lisboa, aunque sólo fuera por unos meses, mi pareja y yo nos iríamos sin pensarlo. ¡¡¡Qué ciudad más maravillosa!!!

La vuelta la hicimos con desgana, no queríamos dejar de disfrutar de Portugal, pero la realidad siempre vence y tuvimos que venirnos a Málaga. A partir de aquí empiezo a trabajar en el estudio en querer aunar en un prototipo, movimiento y LEDs. Hacía tiempo que había dejado aparcados algunos motores paso a paso NEMA 17 y unos drivers EasyStepper con los que había estado probando hacía unos años. Pensé en crear una estructura giratoria que contuviera una tira de LEDs que se pudieran controlar al tiempo que giraban coordinadamente. Con la impresora 3D, algunos rodamientos y correas de precisión y sobre todo un spin ring, conseguí crear un prototipo que funcionaba:


En el proceso de programar los LEDs y coordinar sus animaciones con los movimientos del motor surgieron bastantes problemas e interrogantes. La búsqueda de respuestas me hizo aprender mucho sobre el funcionamiento interno de una Arduino y saber reconocer sus pros y sus contras. El problema fundamental que se platea cuando uno quiere controlar un motor paso a paso y, al tiempo, controlar animaciones en la librería FastLed con LEDs WS2812B (neopixels), es que el reloj y la capacidad de procesamiento de la placa Arduino (en mi caso una nano), se quedan muy limitaditos. En cuanto las animaciones de los LEDs requieren de mucho reloj interno, interfieren con los pasos del motor o viceversa. He estado buscando todo tipo de librerías que pudieran solventar el problema, incluso estoy barajando usar dos placas comunicadas, una controlando el motor y la otra las animaciones. Espero dar con la tecla en breve. Mientras tanto, ahí seguimos aprendiendo.

Continuando con mis andanzas veraniegas, he de confesar que no he dedicado mucho tiempo a la que es una de mis actividades más gratificantes durante las vacaciones, leer. Lo que sí puedo decir es que de lo poco que he leído, este artículo que descubrí en internet me dejó completamente fascinado:


Un estudio relativamente reciente había puesto de manifiesto la importancia de ciertos sólidos basados en simetrías icosaédricas descubiertas por el matemático norteamericano Michael Goldberg, en la forma de ciertos virus, del fulereno o de estructuras inorgánicas. El artículo me llevó a querer estudiar dichos sólidos/poliédros de Goldberg y me puse a pensar en la posibilidad de construir uno de sus poliedros de simetría icosaédrica al que luego le añadiera luces LED. El poliedro elegido es una simetría icosaédrica de frecuencia (2, 2), de 122 caras, 12 pentágonos regulares, 60 hexágonos irregulares y 50 hexágonos regulares. Abajo el modelo geométrico y un vídeo sobre el proceso de trabajo en la construcción de la lámpara:
 

 
He de confesar que parte importante de mi inspiración para hacer esta lámpara fue el proyecto de Philipp Nidermayer en Github, titulado SphereLamp. Gracias a su código, pude desarrollar la lámpara con Arduino nano y bluetooth. Le estoy tremendamente agradecido. Tras el trabajo de realización de la lámpara de Goldberg, quise seguir investigando formas geométricas y descubrí una forma de simetría fascinante llamada zonohedro polar. Abajo un ejemplo:
Elegí trabajar con un diseño de zonohedro basado en el decágono regular y me salió uno de 90 caras. Abajo os muestro el sólido diseñado en 3D en una primera prueba:

 

La forma que diseñé acabó convirtiéndose en una nueva lámpara de LEDs controlados por WIFI con una Wemos D1 y el software de código abierto WLED. Dio la casualidad de que durante el proceso de imprimir todas las piezas de la lámpara en 3D (102 piezas) y coincidiendo con las vacaciones de navidad, tuve que quedarme confinado en mi casa para pasar los días de rigor en cuarentena por COVID. Puesto que no podía salir y estaba más solo que la una, pues aproveché para darle un acelerón al proyecto y acabarlo antes de volver a las clases del instituto. Abajo algunas fotos y el vídeo del trabajo final:





Estos trabajos en los que intento crear objetos luminosos que se puedan controlar en remoto (bluetooth, wifi) me están llevando a querer ahondar en el conocimiento de herramientas de software y nuevas controladoras de hardware que me permitan crear orquestaciones de diferentes dispositivos al mismo tiempo que se coordinen e incluso que sus animaciones se sincronicen perfectamente con el sonido o la música. Ello haría posible "mapear" los objetos luminosos y crear composiciones de luz de gran complejidad... Ya os iré informando en artículos venideros.

Bueno, eso es todo por ahora. Para la próxima más y mejores novedades.

¡¡¡ SEGUIMOS APRENDIENDO !!!

lunes, 2 de noviembre de 2020

Colaboraciones...

A finales del verano pasado, mi amigo Jorge Amat y sus colegas del estudio Theroom1.0, me hicieron una encerrona de la que no pude (ni quise salir). Me proponían colaborar con ellos en un evento público con el que querían simbolizar el cambio de su antiguo y experimentado estudio de diseño a una nueva imagen más renovada y acorde con los tiempos actuales, incluyendo un cambio en su marca que ahora se llama CREMA(https://cremastudio.com/). 

Pasaban de ser un estudio de diseño del estilo de otros en la ciudad de Málaga, a dar el salto internacional a servicios digitales de gran valor añadido (aplicaciones, webs, creativelab, marketing online, instalaciones interactivas...). La palabra que querían usar para significar ese cambio era TRANSMUTACIÓN. Así que me puse manos a la obra para hacer algo en mi línea de trabajo y que pudiera encajar en el concepto que me proponían. Empecé haciendo una lámpara de LEDs basada en los poliedros regulares. Siempre intentando hacer uso de materiales encontrados, construí una lámpara con forma de icosaedro que hace uso de tubos de PVC, maderas, plásticos con vinilo tipo espejo, piezas impresas en 3D, Arduino y tiras LED WS2812B. 





La estructura luminosa podía interactuar con el sonido gracias a un micrófono MEM. Una vez hecha la lámpara pensé que la pieza, así tal cual, pedía ser ella misma la que creara los sonidos. Así que me puse en contacto con Juanlu Montoro(@juanlu_montoro), con el que había colaborado en un proyecto anterior, y le comenté mi idea. Su reacción fue fantástica. Inmediatemente se ilusionó con el proyecto y empezamos a trabajar juntos. Pensamos en utilizar varios sensores de distancia ultrasónicos HC-SR04 para que el espectador pudiera crear sonoridad jugando con su cercanía a la escultura. 







También hicimos uso de dos placas fotovoltaicas para recoger señales luminosas de la propia lámpara que pudieran, a su vez, interferir con la música de la pieza en un juego de retroalimentación muy peculiar. Para ello construí unos joysticks especiales con su propio pie, a modo de trípode de micrófono, haciendo uso de la impresora 3D. En el interior de la base con forma de dodecaedro colocamos un ordenador y un QUAD para conectar lo sensores lumínicos. El ordenador recibía las señales a través de una placa arduino que controlaba los sensores de ultrasonidos y mediante un patch de Max/MSP y de Ableton Live convertían la información en sonoridad. Abajo se puede ver un vídeo del proceso.



El resultado, después de varios meses de trabajo duro y de ir cambiando el proyecto de acuerdo a lo que su desarrollo iba pidiendo, fue una escultura luminosa/sonora interactiva que decidí titular KALEIDOVIRUS (inspirado en la forma de los virus bacteriófagos). La idea es que este virus artístico haga desaparecer, al menos por unos instantes, el mal rollo y la angustia de los tiempos que estamos pasando, fagocitando las malas vibraciones y ofreciendo al espectador un buen rato de estímulos luminosos y sonoros.


Aquí tenéis algunas fotos y el vídeo del resultado final: